¿Se puede superar una decepción amorosa?

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Este artículo fue publicado originalmente en Revista Perfil en Setiembre del 2016.

Para un psicoterapeuta interesado en investigar las relaciones amorosas, la palabra “decepción” es una de las que más he escuchado en consulta. Unos no saben si deben o pueden superar una decepción. Otros me preguntan qué hacer para que su pareja supere dicho efecto. Están incluso los que me preguntan cuánto tiempo dura alguien decepcionado. No faltará la que piensa llevar a cabo algún acto que decepcione a su pareja, a modo de revancha. Es por todo lo anterior que decidí entrar hoy y escribir esto.

Partamos de una obviedad: hemos sido decepcionados muchas veces y hemos decepcionado otras cuántas. Estar rodeado de humanos aumenta la posibilidad de sufrir el embate de la decepción. Justo al inicio de nuestra vida, en esos primeros años, enfrentamos una decepción psicológicamente fundamental: caímos en cuenta que mamá y yo no eramos el mismo ser. Ella era un ser y yo era otro. He ahí un lindo ejemplo de cómo algo tan doloroso es, a su vez, tan importante en términos de madurez. Lo bueno con esto de ser decepcionado es que podemos obtener algo (no lo digo sarcásticamente). Tenemos la posibilidad de aprender, de crecer.

En el amplio mundo de los emparejamientos amorosos, cada día me doy cuenta que resulta muy arriesgado definir qué se entiende por “pareja normal”. Yo he escuchado de todo: parejas que permiten y fomentan el “sexting”, parejas abiertas, parejas que llegan vírgenes al matrimonio, parejas que corrieron el riesgo de no convivir antes de casarse, parejas que no quieren tener sexo, parejas que quieren tener sexo con otras personas, personas que quieren que su pareja tenga sexo con otras personas, personas que quieren tener sexo con otras personas pero que su pareja no tenga esa posibilidad, etc. Conozco parejas que quieren alejarse de sus familias de origen y otras que sueñan con vivir muy cerca de dichas familias. Conozco parejas que no se aceptan mutuamente en redes sociales y otras que crean perfiles falsos para controlar a su pareja. Como podrán ver, definir un parámetro de normalidad, al menos yo no me arriesgaría.

Lo que sí puedo definir es cuáles parejas funcionan bien. Las que ponen la confianza y el respeto por encima de todo. Las que se esfuerzan por cumplir con eso que prometieron sostener (haya sido frente a un sacerdote, un profesional en derecho o un imitador de Elvis Presley). Las que entendieron que no es necesario llamar la atención de la persona amada haciéndola sufrir. Las que cuentan con la inteligencia emocional necesaria para tomar las decisiones correctas, dentro del marco de lo que dicha pareja estableció como “posible” y “prohibido”.

Pero bueno, basta ya de evitar responder. ¿Se puede superar una decepción amorosa? La respuesta es: DIAY, PUES CLARO QUE SÍ SE PUEDE. Solo necesitamos tomar en cuenta varios aspectos:

1. El perpetrador de la decepción es responsable del desequilibrio creado. No se vale utilizar el consabido “lo hice porque me dejé de sentir apreciad@“. Si se venía sintiendo así, ¿por qué no lo dijo? Si sí lo dijo y las cosas no cambiaron, ¿por qué se mantuvo allí?

2. El ofendido no está obligado a perdonar al que se “la peló” (puesto en tico). Se supone que si el ofensor desea luchar por la relación que acaba de poner en riesgo, no está en condiciones de pedir condiciones. Y si la parte ofendida decidió perdonar, le toca hacer algo para soltar el tema. Si perdonó y sigue sacando el tema cada vez que se toma una michelada, le falta trabajo a esa “perdonada”.

3. La confianza no se restablecerá poniéndolo en manos de ningún ser sobrenatural. Como dijo el sacerdote que nos casó a mi esposa y a mí (sí, nos casamos por la Santa Iglesia Católica Apostólica y Romana, otro día les cuento en detalle), “cuando tengan problemas, no vuelvan a ver al cielo. Eso les toca arreglarlo a ustedes“. Menos lo lograrán casándose, embarazándose o yendo a tomarse la cansina foto debajo de la torre Eiffel, en medio Machu Picchu o en esos sitios donde los delfines le babean a uno el cachete. Todo lo anterior no es más que huir, evitar. Tratar las cosas como irresponsables. Lo que toca es trabajarlo. Establecer un protocolo con acciones precisas. Menos hablada y más acciones. Recordar que existieron parejas muy bien aspectadas que nunca lograron superar algo así.

4. Si van a confiar en la intervención terapéutica a la pareja, favor no ir a “bullear” al ofensor. A terapia se va a construir. No a acusar al otro.

5. A la persona que causó el acto que devino decepcionante, entienda que lo que haga de acá en adelante será doblemente observado. Ya no solo toca hacer las cosas bien. Toca asegurarse que así se lea por parte de su pareja. Como dice el sabio refrán: “la mujer del César no solo debe serlo, sino parecerlo“.

6. A la persona que sufrió la decepción, entienda que si va a dar otra oportunidad, tiene que dar tiempo. Recuerde que su pareja, por pura culpa, se va a convertir en una inocente criatura. Dése tiempo. Observe si el cambio es real. Si la motivación fue el deseo de mantener la relación y no el sentimiento de culpa. Sintiendo -o expresando- culpa no ganamos nada.

7. Ahórrense las promesas, ambas partes. No prometan nada. Esa etapa se vino al suelo en el momento en que surgió el acto decepcionante. De un solo golpe, pasaron del ámbito de las promesas y las buenas intenciones al de las acciones. Las parejas que demostraron un cambio honesto sobrevivieron. Las que no… no.

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