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La psicología como profesión y la psicoterapia como “praxis” son campos relativamente jóvenes. De los primeros trabajos del filósofo norteamericano William James y, previo a él, los aportes del científico alemán Wilhelm Wundt, sumamos no más de dos siglos de producción intelectual psicológica, producto tanto de la investigación como de la intuición de algunos verdaderos visionarios. Algunas de sus teorías continúan vigentes, otras quizás no. Sin embargo, lo que entendemos hoy por “ser humano” se ha nutrido en mucho de la profesión que elegí hace mas de dos décadas.
A inicios del siglo XX apareció, aunque más bien tendría que decir “irrumpió”, un personaje trascendental, no solo para las ciencias humanas, sino para campos tan disímiles como el arte, la sociología, la antropología y hasta la teología misma. El doctor Sigmund Freud, neurólogo de profesión, se encargó de asestarle un duro golpe al ego humano. A todos aquellos que creen conocer sus motivaciones y el origen de sus anhelos, miedos y parálisis emocionales, Freud les dirigirá un verdadero dardo emocional: todos poseemos un inconsciente y en este se fraguan muchos de los impulsos que nos llevan a hacer, decir, pensar y sentir lo que hacemos, decimos, pensamos y sentimos. No controlamos nuestras mociones internas. Muy por el contrario, somos controlados por ellas.
Curarse, según el método propuesto por este pensador, implica, haciendo eco de una máxima de la filosofía griega, conocerse a sí mismo. Investigar en nuestro interior, enfrentarnos a nuestras oscuridades psíquicas es la única vía hacia la libertad. Leyó bien, es un verdadero enfrentamiento, del que podremos salir victoriosos, siempre y cuando estemos dispuestos a cargar rasguños y hasta cicatrices, producto de dicha batalla. Ya irán ustedes entendiendo por qué a tanta gente le parece “innecesario” adentrarse en sus propias profundidades. El miedo se convierte en auto-engaño. Temo tanto enfrentarme a mí mismo que prefiero convencerme de lo innecesario de dicho esfuerzo. Definición de ser humano: dicese del tipo de ser vivo que se caracteriza por mentirse a si mismo.
Pero, tal como quise señalar al inicio de esto, no podemos pedirle a la psicología que lidie sin compañía con algo inmemorial -algunos hasta dirían ”eterno”-, a saber, las profundidades del ser humano, de su alma. Y no es que no haya aportado elementos sumamente valiosos. Por el contrario. Hoy en día nos conocemos más gracias a la(s) psicología(s). Conocemos lo que somos y lo que aún no hemos logrado llegar a alcanzar. Es solo que en tanto saber humano, siempre será parcial. De no ser así, podríamos caer en la peligrosa tentación de confundir un conjunto de conocimientos con un dogma. Y todos sabemos la cantidad de personas que andan por ahí buscando convencer a la fuerza…
Fue gracias al estudio de la filosofía que observé todo eso que la psicología y el psicoanálisis me pedían complementar. No se trataba de deshacerse de lo ya aprendido. La empresa era otra: buscar otra fuente de conocimientos. Y afortunadamente la filosofía, en tanto madre del conocimiento humano, siempre se encuentra anuente a saciar la sed de todos los que deseamos saber.
La orientación filosófica, campo relativamente desconocido en muchos países latinoamericanos, parte de una premisa, desde mi óptica totalmente plausible: una psicología sin profundidad filosófica no es más que un conjunto de recetas y estereotipias. Y si no están de acuerdo, observen el interés que para los padres de la psicología moderna ha siempre generado la filosofía (en conjunto con la ciencia). Homologar la “psique” al comportamiento es minimizar la profundidad y potencia del mundo interior humano. El ser humano es mucho más que una serie de conductas. El ser humano es un enigma para el mismo ser humano. Sin duda somos conductas, somos comportamientos, pero también somos miedos, sueños, impulsos instintuales, emociones, reacciones bioquímicas, deseos de trascendencia. Somos un animal consciente, finito y aun así tremendamente interesado en el más allá. Somos pasado, somos presente, somos futuro.
Un orientador filosófico cuenta con un “set” de herramientas en el que aquellos grandes pensadores (tanto de occidente como de oriente) aportan reflexiones y planes de acción, los cuales pueden convertirse en estrategias evolutivas. Y es que el amor, la soledad, el miedo a la muerte, la existencia de Dios, el deseo, la importancia del cuerpo, la vida en sociedad, la moral, el sentido existencial, el alma, la familia y el cosmos vienen siendo generadores de preguntas y angustias desde hace muchos siglos atrás.
”El ser humano no es muy original en los temas que le generan malestar”, suelo decir con frecuencia. A todos nos preocupa más o menos lo mismo. A algunos nos preocupa en diferentes momentos de nuestra historia. Todos queremos respuestas y muchas veces no formulamos las preguntas del modo correcto. Los orientadores filosóficos acompañamos a todos aquellos que están tratando de hacer algo significativo con sus existencias, teniendo siempre claro que toda reflexión debe conducir indefectiblemente a una acción. Reconocemos la finitud humana y la impermanencia de todo lo que nos rodea. No nos dedicamos a prometer. Nos dedicamos a alumbrar con la potencia del acervo filosófico.
Se que el tema es muy amplio, ya que todo lo relativo a lo filosófico suele moverse hacia lo etéreo. Prometo continuar ahondando, a la espera de que la filosofía logre con otros lo que logró conmigo: mostrarme el camino de la liberación.
Dr. Allan Fernández, Psicólogo Clínico y Orientador Filosófico / Moderador de la comunidad Dimensión Psiconautica / Podes seguirme a través de Facebook y/o suscribirte a mi boletín.